jueves, 18 de enero de 2018

Comentario de un fragmento de "La Regenta"



Nos encontramos ante un fragmento de La Regenta, la célebre novela del escritor Leopoldo Alas, Clarín, publicada en 1885. El texto pertenece, por tanto, al género narrativo y al subgénero de la novela. Está escrito en prosa y su forma de discurso predominante es, como luego comentaremos, la descriptiva, pues en este fragmento apenas hay acción ni diálogo. La Regenta está considerada la mejor novela española del siglo XIX y se encuadraría dentro del Naturalismo.

El tema del fragmento son los sentimientos que experimenta la protagonista, Ana Ozores, mientras contempla la luna: su soledad, su hastío, sus ansias de amar y su angustia por el inexorable paso del tiempo. Esos sentimientos se ven agudizados por sus carencias afectivas: es una mujer “sin madre, sin hijos, sin amor” y “sin esperanza de él”.

Externamente, nos encontramos ante un fragmento adaptado, que consta de 28 líneas distribuidas en seis párrafos no muy extensos. Internamente, podríamos dividirlo en dos partes: en el primer párrafo el narrador nos presenta a la protagonista contemplando el cielo, mientras que en los otros cinco nos reproduce sus pensamientos y sentimientos mediante la técnica del monólogo interior y el empleo del estilo indirecto libre.

La actitud del autor es subjetiva, como en cualquier texto literario. En este caso nos presenta los sentimientos de la protagonista de forma que podamos sentirnos identificados con ella. Su intención es hacer comprender a los lectores cómo se sentía Ana Ozores para que de este modo luego podamos entender su comportamiento (engañará a su marido con otro hombre). Es típico del Naturalismo hacer referencias a la infancia y circunstancias de los personajes para explicar su posterior destino (determinismo). Al mismo tiempo, Clarín hace cierta denuncia de los roles de género que existían en la sociedad de la época (una mujer de 27 años sin hijos no veía sentido a su existencia; a esa edad una mujer ya era considerada vieja, pero no así un hombre: "veintisiete años de mujer eran la puerta de la vejez") y también de los matrimonios de conveniencia y de la falta de libertad de las mujeres para elegir su destino.

Con respecto al lenguaje empleado por el autor, es muy cuidado y poético, y abundan en él las figuras literarias. Encontramos, sobre todo, personificaciones de elementos naturales (“La luna la miraba a ella con un ojo solo, los eucaliptus se acercaban unos a otros cuchicheando…”), metáforas (“veintisiete años eran la puerta de la vejez…”, “la luna era ella, y la nube la vejez”) y símiles (“la juventud huía, como aquellas nubecillas…”; “Lo mismo era ella; como la luna, corría solitaria por el mundo…”). La mayoría de esos recursos insisten en cómo la protagonista se identifica por la luna solitaria y cómo ve en la nube negra que se acerca a ella la llegada de la vejez. También hay alguna hipérbole (“moría de hastío”) y varias interrogaciones y exclamaciones retóricas que aportan intensidad al fragmento (“Pero, ¿qué amor?, ¿dónde estaba ese amor?”, “¡Oh, no, no, eso no!”).

En conclusión, podemos afirmar que este fragmento es un buen exponente de la literatura española del Realismo y del Naturalismo: hay un narrador omnisciente, se emplea la técnica del monólogo interior para conocer los sentimiento y pensamientos de los personajes, la protagonista es una mujer (Ana Ozores), las alusiones a su pasado (era huérfana, se había casado sin amor) de alguna manera condicionarán su conducta futura (adulterio), las descripciones son muy detalladas, hay cierta intención de crítica social por parte del autor… Por otra parte, este fragmento y otros de características similares son claves en el desarrollo de la obra y anticipan la caída de la Regenta en los brazos del conquistador don Álvaro Mesía. En cuanto a la forma del fragmento, es una muestra ejemplar de la utilización de las técnicas narrativas para explorar el alma de los personajes y también de cómo es capaz Clarín de emplear el lenguaje poético y figurado para representar de forma simbólica los sentimientos de la protagonista. Estas y otras virtudes hacen de esta novela una de las mejores del siglo XIX.

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