Este
poema titulado “La Sonatina” fue escrito por el poeta nicaragüense Rubén Darío
en los últimos años del siglo XIX. Pertenece al movimiento modernista y al
género lírico, y su forma de expresión es el verso.
El
tema es la tristeza que siente una princesa que, a pesar de estar rodeada de
lujos, se encuentra sola y desea escapar de su palacio para poder encontrar el
amor.
Externamente,
el poema consta de ocho estrofas de seis versos alejandrinos cada una, que
riman en consonante siguiendo el esquema AABCCB. Se trata de una estrofa creada
por Darío, que no sigue ningún esquema clásico.
Desde
el punto de vista interno, podríamos distinguir tres partes en el poema:
1.
Tristeza de la princesa en un ambiente lujoso y cortesano (las dos primeras
estrofas funcionan como una especie de introducción).
2.
Introspección en el espíritu de la princesa y razones de su tristeza (de la
cuarta a la séptima estrofa).
2.1. Falta de amor.
2.2. Sensación de estar atrapada y
deseos de escapar.
3.
Su hada madrina la avisa de que su príncipe se acerca (la última estrofa, que se
distingue además por su forma dialogada, sirve como desenlace propio de un
cuento de hadas).
La principal intención del autor con esta composición es crear belleza
a través del lenguaje empleado, de los recursos y de la métrica. Los
modernistas consideran que la belleza es un fin en sí mismo (“el arte por el
arte”) y por eso en este poema la anécdota es trivial y lo que de verdad tiene
importancia es la forma, el lenguaje.
Esta actitud estetizante se manifiesta, por tanto, en el empleo de un
lenguaje muy cuidado, elaborado, culto, refinado, bello, retórico… El poema
está plagado de figuras literarias que embellecen la expresión y que dotan a la
composición de ritmo y musicalidad. Algunas de estas figuras son las
siguientes:
Ø
Aliteraciones y onomatopeyas: la princesa persigue
por el cielo de Oriente / la libélula
vaga de una vaga ilusión
Ø Anáforas:
La princesa…; O... ; Ni… (en estos dos últimos casos, hay además polisíndeton)…
Ø Bimembración
de versos: la cesura permite dividir los versos en dos partes que tienen la
misma estructura sintáctica: “La princesa está triste. La princesa está
pálida”.
Ø Interrogaciones:
“¿Piensa acaso en el príncipe…?”
Ø Exclamaciones
con valor emotivo: “¡Pobrecita princesa…!”, “¡Ay quien fuera hipsipila…!”
Ø
Metáforas: boca de fresa, boca de rosa, la flor
de la corte, el trueno del mar, encenderte los labios...
Ø
Comparaciones: más brillante que el alba...
Ø
Hipérbatos: para ver de sus ojos la dulzura de
luz, el jardín puebla el triunfo de los pavos reales
Ø
Personificaciones: se desmaya una flor, están
tristes las flores por la flor de la corte, el palacio soberbio....
Ø
Antítesis: mudo / sonoro, Norte / Sur, Oriente /
Occidente…
Ø
Sinestesia: dulzura de
luz
Ø
Epítetos abundantes, como rosas fragantes, claros
diamantes, dragón colosal…
Además, se emplean cultismos, como la palabra “argentina”,
tomada directamente de la raíz latina para significar “plateada”; y el término
“azur”, proveniente del francés, idioma en que, de hecho, pertenece a un
registro culto. También es culta la referencia mitológica que se esconde tras
la palabra “hispipila” (según la mitología Hipsípila fue una reina de Lemos,
pero Darío la identifica con una mariposa)….
Y algunas palabras se eligen por su sonoridad, como es el caso de las
esdrújulas: “libélula”, “crisálida”, “unánimes”…
El poema presenta además un
lenguaje muy sensorial y simbólico. Son frecuentes las imágenes sensoriales
visuales (“visión adorada de oro, rosa y marfil”, “lago de azur”, “bufón
escarlata”, “claros diamantes”), pero también las hay que aluden a otros
sentidos, como el olfato (“rosas fragantes”), el oído (“el teclado de su clave
sonoro”, el propio título del poema hace referencia a la música), el gusto
(“boca de fresa”) e incluso el tacto (“sus tules”). Con respecto al simbolismo,
se emplean elementos que con frecuencia simbolizan belleza y que funcionan como
objetos estéticos por su carácter ornamental, como las flores (rosas, jazmines,
nelumbos, dalias…), los metales o piedras preciosas (diamantes, perlas, plata,
oro, marfil…) o los animales alados (libélula, cisne, mariposa, golondrina,
dragón).
En conclusión podemos afirmar que este poema es un
buen exponente del Modernismo tanto por su temática y ambientación
(idealización del amor y de la belleza femenina, pues la princesa tiene la
“boca de fresa” y los ojos azules; personajes y ambientes aristocráticos;
sentimientos de tristeza y melancolía típicamente románticos, deseos de evasión
de la princesa, elementos fantásticos como el dragón, el halcón encantado, el
hada madrina…) como por la métrica (uso del alejandrino, rima consonante) y por
el lenguaje empleado (refinado, culto, retoricista). También se percibe el
evasionismo en las referencias al mundo clásico (hipsipila, lebrel) o a lugares
exóticos (Oriente, China, Golconda, Ormuz) y que se trata de un poema muy
musical y sensorial, como mencionamos más arriba.
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