La familia de Pascual Duarte la habéis leído completa, así que no creo que tenga sentido poneros aquí ningún fragmento, aunque debéis tener presentes las características y los temas que aborda la novela, así como lo que hemos comentado en clase sobre el "tremendismo".
Carmen Laforet en su juventud . |
De Nada, de Carmen Laforet, leímos en clase el comienzo de la novela,
en el que se describía la emoción de Andrea en su llegada a Barcelona, una
emoción que pronto se convertiría en frustración, sobre todo por lo que se va a
encontrar en la casa de la calle Aribau donde viven su abuela y sus tíos. Una casa llena de miseria, de odio y de violencia, que es una metáfora
de la sociedad española de posguerra.
Como ya hemos comentado en
clase, las novelas de los años 40 no realizan una crítica social abierta, sino
que centran su atención en los aspectos de la vida cotidiana de los
protagonistas. Así, en Nada no hay
muchas alusiones explícitas a la Guerra Civil, pero la novela muestra a través
de sus personajes y del ambiente que describe los efectos desastrosos (desequilibrios
psicológicos, economía arruinada, resentimiento, miedo, represión…) que el
conflicto dejaría a la España de los años 40.
Algunos de los temas que se
critican en la novela son los siguientes:
La miseria y el hambre
En la novela, el hambre, la
necesidad económica y la pobreza son hechos indiscutibles a los que Carmen
Laforet alude en varias ocasiones, particularmente en el personaje de Andrea,
la protagonista. Para muestra baste el siguiente pasaje de la narración:
Angustias examinando mis zapatos [los
de Andrea], cuyo cuero arrugado como una cara expresiva delataba su vejez,
señaló las suelas rotas que rezumaban humedad y dijo que yo había cogido un
enfriamiento por llevar los pies mojados.
ANGUSTIAS. Además, hija mía, cuando se
es pobre y se tiene que vivir a costa de la caridad de los parientes, es
necesario cuidar más las prendas personales. Tienes que andar menos y pisar con
más cuidado…
El asunto del hambre se
trata desde un punto de vista crítico, por ejemplo cuando Andrea hace alusión a
su hambre comparándose con los mendigos:
Algunas noches, hambrienta, compraba un
cucurucho de almendras en el puesto de la esquina. Me era imposible llegar a
casa para comérmelas... Entonces me seguían siempre dos o tres chicos
descalzos.
-¡Una almendrita! ¡Mire que tenemos
hambre!
-¡No tenga mal corazón!
-(¡Ah! ¡Malditos!, pensaba yo. Vosotros
habéis comido en algún comedor de Auxilio Social. Vosotros no tenéis el
estómago vacío).
En esta comparación hay una
fuerte crítica a las formas sociales que la obligan a fingir algo que no es,
nuevamente el espejo le devuelve una imagen distinta.
La marginación de la mujer
Uno
de los aspectos que indirectamente se critican en Nada es el papel de la mujer
durante la dictadura: el régimen promovía una imagen “ideal” de la mujer como
pasiva, pura y sumisa, destinada únicamente a ser esposa y madre, por lo que la
mujer que tenía deseos e ideas propias e independientes con respecto a sus
funciones maternas, estaba condenada a “no ser”, o, en el mejor de los casos, a ser considerada una chica "rara" (como Andrea y también como la propia autora, Carmen Laforet).
Andrea, la protagonista de
la novela, tiene esta conversación con su tía Angustias, que en la novela
representa la represión, la censura y la falta de opciones para la mujer:
- Cuando seas mayor entenderás por qué una mujer no debe
andar sola por el mundo.
- ¿Según tú, una mujer,
si no puede casarse, no tiene más remedio que entrar en el convento?
- No
es esa mi idea (…) Pero es verdad que sólo hay dos caminos para la mujer. Dos
únicos caminos honrosos. Yo he escogido el mío, y estoy
orgullosa de ello. He procedido como una hija de mi familia debía hacer. Como
tu madre hubiera hecho en mi caso. Y Dios sabrá entender mi sacrificio…”.
El otro camino (su tía ha decidido hacerse monja) es ese al que
hace referencia tiempo después su amigo Pons cuando mantiene con Andrea esta conversación:
Aquel día fue uno de los
primeros de mis vacaciones. Se habían terminado los exámenes y me encontré con
un curso de la carrera acabado. Pons me preguntó:
- ¿Qué piensas hacer este
verano?
- Nada, no sé…
- ¿Y cuándo termines la
carrera?
- No sé tampoco. Daré
clases supongo (…)
- ¿No te gustaría más
casarte?
Yo
no le contesté.
También se aborda el tema
de los malos tratos a través de la relación que su tío Juan mantiene con Gloria. Gloria vive en la casa de la calle Aribau, bajo un
constante miedo, y a la vez muestra una actitud pasiva, que no le permite modificar
su vida angustiosa y de sufrimiento, oprimida por los arranques violentos de su
esposo. Esto es evidente cuando Gloria se queja a Andrea de la locura de Juan,
aquel hombre atormentado que la golpea y del que no puede huir, simplemente
porque no vislumbra su vida de otro modo:
¿Y cómo se puede huir cuando el hombre tiene una
navaja y unas piernas para seguirte hasta el fin del mundo? ¡Ay, chica, tú no
sabes lo que es tener miedo!... […]. Y si siempre fuera malo, chica, yo le
podría aborrecer y sería mejor. Pero a veces me acaricia, me pide perdón y se
pone a llorar como un niño pequeño… Y yo, ¿qué voy a hacer? Me pongo también a
llorar y me entran los remordimientos…, porque todos tenemos nuestros
remordimientos, hasta yo, no creas.
La
relación de las personas en la casa Aribau es completamente disfuncional. El caos
y la violencia reinan en el ambiente; hay una constante agresión verbal y
física entre los hermanos: Juan v/s Román v/s Angustias y entre Gloria y Juan,
su marido, quien abusa física y emocionalmente de ella:
De pronto se abrió la
puerta de una patada de Juan, y Gloria salió despedida, medio desnuda y
chillando. Juan la alcanzó y aunque ella trataba de arañarle y morderle, la
cogió debajo del brazo y la arrastró hacia el cuarto de baño. (...) Juan metió a
Gloria en la bañera y, sin quitarle las ropas, soltó la ducha helada sobre
ella. (...) De pronto soltó a Gloria --cuando ella ya no se resistía-- (...) Yo estaba
encogida en un rincón del obscuro pasillo.
Pero
no sólo se presenta esta situación de violencia física sino que también se
dejan ver visos de una relación incestuosa que Román, el tío, pretende con
Andrea:
-Precisamente
tenía muchas ganas de charlar esta tarde contigo, pequeña. Tengo arriba un café
bonísimo y quería invitarte a una taza. Tengo también cigarrillos y unos
bombones que compré ayer pensando en ti.
Ante
el rechazo de Andrea, Román responde:
-No
es verdad que tengas que estudiar Andrea, ¡Anda! -dijo, acercándose rápidamente
hacia mí y cogiéndome del brazo- ¡Vamos! Me sentí rígida y suavemente empecé a
despegar sus dedos de mi brazo y estábamos muy cerca y no nos movíamos.
La
mano de Román apretando el brazo metaforiza una relación peligrosa: constituye
una invasión sobre el cuerpo de Andrea, lo que está indicando un claro deseo de
posesión, de pertenencia, a la que Andrea se resistirá hasta el final,
situación que le permitirá salvarse de caer en la vorágine de la familia y, por
ende, de la sociedad, de la nación. Si queréis saber cómo lo consigue, tenéis que leer la novela.
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