viernes, 1 de junio de 2018

Novela de la experimentación técnica de los años 60

Como hemos comentado en clase, una de las novelas más representativas de este periodo es Cinco horas con Mario de Miguel Delibes. Esta obra se ambienta en marzo de 1966, momento en el que Carmen Sotillo acaba de perder, de forma inesperada, a su marido Mario, catedrático de instituto. Una vez que las visitas y la familia se han retirado, ella sola vela durante la última noche el cadáver de su marido e inicia con él un monólogo-diálogo en el que descubrimos sus personalidades y los conflictos de su matrimonio.

El núcleo central de esta narración lo constituye el soliloquio de Carmen, el monólogo de una mujer conservadora de clase media-alta con el cadáver de su prematuramente fallecido marido Mario, catedrático de instituto, librepensador y comprometido periodista e intelectual. A través de los recuerdos de  su insatisfactoria vida en común a lo largo de 23 años de matrimonio, Delibes recrea la España provinciana de la época, los problemas de la falta de comunicación en el matrimonio, así como el conflicto de las "dos Españas".



La obra comienza con la esquela que tenéis arriba y a continuación consta de un prólogo, un núcleo central de veintisiete secuencias (que constituyen el monólogo de Carmen) y un epílogo. Cada una de las veintisiete secuencias comienza con una cita bíblica, pasajes que Mario había subrayado en su Biblia de cabecera. Partiendo de estas citas, Carmen va desgranando sus pensamientos, haciéndole a su marido continuos reproches por su integridad moral y falta de ambición, que han impedido que alcanzaran el reconocimiento y el estatus social que ella ambicionaba para su familia, así como por su actitud de frialdad hacia ella. La renovación técnica se advierte tanto en la peculiar estructuración de la novela en secuencias como en el magistral empleo del monólogo interior como una forma de penetrar en la piscología de la mujer protagonista sin que apenas se escuche la voz del narrador, así como en la condensación temporal (en más de doscientas páginas transcurren tan solo cinco horas).

Aparte del texto que tenéis en vuestro libro (página 195), en la que la protagonista expresa su incomprensión ante la preocupación de su difunto marido por las injusticias sociales, vamos a ver algunos fragmentos de distintas representaciones teatrales que se han hecho de esta novela (han interpretado a la protagonista, Carmen Sotillo, las actrices Lola Herrera y Natalia Millán) y también a leer y comentar otros textos relevantes de la obra.

Como introducción, en el siguiente vídeo la actriz Natalia Millán habla de manera resumida del argumento de la obra:



Aquí vemos a Carmen Sotillo (encarnada por Lola Herrera) explicando al comienzo de la obra cómo ha encontrado el cadáver de su marido, que ha muerto de un repentino infarto:



En el siguiente vídeo se muestra ya la mentalidad conservadora de Carmen (encarnada aquí por Natalia Millán) y los celos que ha sentido siempre de su cuñada Encarna, que hacen que en el monólogo se sucedan los reproches hacia su marido:



En este texto, que pertenece a la segunda secuencia, podéis ver cómo a partir de la cita bíblica (en cursiva) fluye el monólogo de Carmen, quien en este caso le recrimina a su marido algo que nunca le ha perdonado: que nunca se hubieran comprado un coche (Mario iba al instituto donde daba clases en bicicleta). También le reprocha que se hubiera dedicado a escribir cosas que, según ella, no podían interesar a nadie:

En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos. Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, porque la raíz de todos los males es la avaricia, y por eso mismo me será muy difícil perdonarte, cariño, por mil años que viva, el que me quitases el capricho de un coche. Comprendo que a poco de casarnos eso era un lujo, pero hoy un Seiscientos lo tiene todo el mundo, Mario, hasta las porteras si me apuras, que a la vista está. Nunca lo entenderás, pero a una mujer, no sé cómo decirte, le humilla que todas sus amigas vayan en coche y ella a patita, que, te digo mi verdad, pero cada vez que Esther o Valentina o el mismo Crescente, el ultramarinero, me hablaban de su excursión del domingo me enfermaba, palabra. Aunque me esté mal decirlo, tú has tenido la suerte de dar con una mujer de su casa, una mujer que de dos saca cuatro y te has dejado querer, Mario, que así qué cómodo, que te crees que con un broche de dos reales o un detallito por mi santo ya está cumplido, y ni hablar, borrico, que me he hartado de decirte que no vivías en el mundo pero tú, que si quieres. Y eso, ¿sabes lo que es, Mario?  Egoísmo puro, para que te enteres, que ya sé que un catedrático de Instituto no es un millonario, ojalá, pero hay otras cosas, creo yo, que hoy en día nadie se conforma con un empleo. Ya, vas a decirme que tú tenías tus libros y “El Correo”, pero si yo te digo que tus libros y tu periodicucho no nos han dado más que disgustos, a ver si miento, no me vengas ahora, hijo, líos con la censura, líos con la gente y, en sustancia, dos pesetas.    Y no es que me pille de sorpresa, Mario, porque lo que yo digo, ¿quién iba a leer esas cosas tristes de gentes muertas de hambre que se revuelcan en el barro como puercos?. Vamos a ver, tú piensa con la cabeza, ¿quién iba a leer ese rollo de “El Castillo de Arena” donde no hablas más que de filosofías? Tú mucho con que si la tesis y el impacto y todas esas historias, pero ¿quieres decirme con qué se come eso? A la gente le importan un comino las tesis y los impactos, créeme, que a ti, querido, te echaron a perder los de la tertulia, el Aróstegui y el Moyano, ese de las barbas, que son unos inadaptados.

En el siguiente fragmento Carmen habla de Paquito Álvarez (el hombre con el que, como confesará más adelante, le fui infiel a Mario en una ocasión) y, en contraposición, habla de su difunto marido, que realmente nunca le gustó:
De acuerdo, el señorío no se improvisa, se nace o no se nace, es una de esas cosas que da la cuna, aunque bien mirado, la educación, el trato, también puede hacer milagros, que ahí tienes, sin ir más lejos, el caso de Paquito Álvarez, un artesano cabal, no vamos a decir ahora, que de chico trabucaba las palabras que era una juerga, bueno, pues le ves hoy y otro hombre, qué aplomo, qué modales, yo no sé qué maña se ha dado, pero los hombres es una suerte, como yo digo, si a los veinte años no estáis bien, no tenéis más que esperar otros veinte. Y, luego, esos ojos. Hay que reconocer que Paco siempre les tuvo ideales, de un azul verdoso, entre de gato y agua de piscina, pero ahora como ha encorpado y tiene más representación, mira de otra manera, como con más intención, no sé si me explico, y, además, como no se apura al hablar, que habla sólo lo justo y a medio tono, con ese olor a tabaco rubio, que es un olor, que a mí me chifla, resulta, es uno de esos hombres que te azaran, fíjate, quién se lo iba a decir a él. Yo daría lo que fuese porque tú fumases rubio, Mario, que te parecerá una tontería, o por lo menos emboquillado, hace otra cosa, y no ese tabaco tuyo, hijo, que ya no se ve por el mundo, nunca he podido con él, que cada vez que en una reunión te pones a liar uno, me enfermo, como lo oyes, que luego ese olor, a pajas o qué sé yo, a saber qué gusto puedes sacarle a esa bazofia, que si siquiera fuese elegante o así, vaya, pero liar un cigarro, lo que se dice liarlo, ya no se ve más que a los patanes, ni los hijos de las porteras, si me apuras, que te queman la ropa y te pones hecho un asco, como yo digo. Claro que dirás tú que a ti la ropa qué, que ésa es otra, que nunca te dio por ahí, que me has hecho pasar unos apuros que ni imaginas, hijo, siempre hecho un adán, que yo no sé qué arte te das que a los dos días de estrenar un traje ya está para la basura, que ni sé cómo me enamoré de ti, francamente, que el traje marrón aquel, el de las rayitas, me horrorizaba, que yo me hacía ilusiones de cambiarte, pero ya, ya, genio y figura, a esa edad ya se sabe, romanticismo pero ni tanto ni tan calvo, Mario, calamidad, que bien poca suerte he tenido contigo en este aspecto, que me has hecho sufrir más que otro poco. "

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